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60 años desde que la NASA eligió Omega Speedmaster

  • Redactor
  • 26 may
  • 3 Min. de lectura

Un Símbolo de Exploración y Resiliencia del reloj del espacio.



El 1 de marzo de 1965, la NASA emitió un veredicto que marcaría un hito tanto en la historia de la relojería como en la exploración espacial. Declaró al OMEGA Speedmaster como “apto para el vuelo en todas las misiones espaciales tripuladas”. Este momento no solo inició una asociación histórica entre el hombre y la máquina, sino que también dio comienzo a un capítulo de audaz exploración más allá de los límites de la Tierra.



En 1962, el presidente John F. Kennedy, con su visión tan audaz como las estrellas que miraba, prometió llevar al hombre a la Luna antes del final de la década. Esa promesa desató una era de innovación, sueños y una competencia feroz entre naciones. Mientras los ingenieros construían cohetes y las mentes más brillantes calculaban trayectorias, un elemento aparentemente modesto, pero crucial, entraba en la ecuación: un reloj.



No se trataba solo de medir el tiempo; el reloj debía ser un compañero fiable, una herramienta que funcionara cuando todo lo demás fallara. Los astronautas, verdaderos pioneros de un nuevo horizonte, pidieron un cronógrafo en el que pudieran confiar en los entornos más extremos. Así comenzó la búsqueda del reloj que desafiaría lo imposible.



OMEGA, junto con otras tres marcas, respondió al llamado de la NASA. Sus relojes enfrentaron 11 pruebas que no solo desafiaron sus mecanismos, sino también el espíritu innovador de sus creadores. Desde temperaturas abrasadoras de 93 °C hasta la congelación a -18 °C, desde vibraciones intensas hasta presiones extremas, estas pruebas recreaban los rigores de los viajes espaciales.



Cuando los cristales de otros relojes se rompían y los segunderos se combaban bajo el calor, el Speedmaster emergía intacto, resistente y digno. El ingeniero James Ragan, encargado de estas pruebas, expresó su asombro: “Incluso a mí me sorprendió que algún reloj pudiera superar esas pruebas”.



Sin embargo, la evaluación técnica no era el único desafío. Los astronautas, hombres acostumbrados a confiar en la precisión y la fiabilidad en situaciones de vida o muerte, eligieron unánimemente al Speedmaster como su preferido. Su diseño robusto, su legibilidad en la oscuridad y su precisión incomparable lo convertían en la elección obvia.




El 23 de marzo de 1965, el Speedmaster voló al espacio en las muñecas de Gus Grissom y John Young durante la misión Géminis 3. Pero su verdadero momento estelar llegó cuatro años después, el 20 de julio de 1969, cuando acompañó a Buzz Aldrin en el primer alunizaje de la historia durante la misión Apolo 11. Desde entonces, ha sido testigo de cada alunizaje, cada logro y cada momento crítico en la exploración espacial.



El diseño del Speedmaster es un testimonio de su funcionalidad y elegancia. Su escala taquimétrica en el bisel, una innovación para pilotos de carreras en 1957, se convirtió en un sello distintivo. Su cristal hesalite, resistente al impacto, y su luminiscencia de tritio garantizaban su utilidad incluso en las profundidades del espacio. Todo esto, junto con el legendario calibre 321, marcaba la diferencia entre un reloj cualquiera y una herramienta esencial.



El OMEGA Speedmaster no es solo un reloj; es un símbolo de nuestra insaciable curiosidad y deseo de explorar. Representa la capacidad humana de superar límites, desafiar lo desconocido y llevar el tiempo a lugares donde antes solo existía la eternidad del vacío.



A 60 años de su homologación, el Speedmaster sigue recordándonos que cada segundo cuenta, ya sea en la Tierra o en la inmensidad del cosmos. Cuando miramos este reloj, no solo vemos una pieza de ingeniería excepcional, sino también el espíritu de quienes se atreven a soñar con estrellas y a conquistar la Luna.


Entrevista con James Ragan

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