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Vacheron Constantin Grand Lady Kalla

  • Redactor
  • 23 nov
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: hace 5 días

El tiempo como joya,

la joya como tiempo


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Hay relojes que marcan las horas, y hay otros que marcan épocas. El Grand Lady Kalla de Vacheron Constantin pertenece a esta segunda categoría, un canto a la feminidad luminosa, una sinfonía de gemas donde el tiempo se disuelve entre destellos de rubíes, zafiros y esmeraldas.



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El legado de una leyenda



Desde 1755, Vacheron Constantin ha sido un alquimista del tiempo, pero fue en 1979, con el legendario Kallista, cuando la casa ginebrina elevó la relojería a la categoría de arte joyero. Aquella pieza única, esculpida en oro macizo y engastada con 130 quilates de diamantes, inauguró una dinastía: Lady Kalla, Miss Kalla, Queen Kalla, Flame Kalla…

Y hoy, Grand Lady Kalla escribe un nuevo capítulo, más contemporáneo, más sensorial, más libre.


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Cuatro modos de ser una joya:


El Grand Lady Kalla no es un reloj, es una metamorfosis de luz que puede transformarse en cuatro joyas distintas. Es un reloj de pulsera, sautoir de perlas, joya independiente o pulsera rivière. Gracias a un ingenioso sistema de mecanismos ocultos, las piezas se intercambian sin herramientas, como si la mujer que lo lleva pudiera reescribir su propio estilo a cada instante.


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La maison rinde así tributo a una época —la de los sautoirs de los años veinte— en la que las mujeres medían el tiempo con la elegancia de un gesto, levantar el colgante entre los dedos y mirarlo de reojo, sin prisa, pero con gracia y estilo.


Tres variaciones cromáticas del tiempo:


Cada versión del Grand Lady Kalla es un universo de color y materia:

Zafiros en oro blanco, acompañados de 112 perlas Akoya y cuentas de calcedonia azul.

Rubíes en oro blanco, envueltos en una sinfonía de chalcedonias rosadas.

Esmeraldas en platino, con un alma verde que dialoga con la pureza del crisoprasa.





Cada pieza contiene un total de más de 45 quilates de diamantes y está animada por el calibre de cuarzo 1212, una elección deliberada para dejar que el protagonismo recaiga en la escultura luminosa que la envuelve. En el centro, una gema talla sugarloaf —redondeada, voluptuosa, casi táctil— ejerce de corazón simbólico del conjunto.


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El arte de hacer invisible la técnica:


Lo admirable del Grand Lady Kalla no es sólo su belleza, sino su invisibilidad técnica. Las garras que sostienen las piedras dibujan discretamente la Cruz de Malta, emblema de la Maison. Los cierres y coronas están escondidos bajo las gemas, como si el reloj mismo se avergonzara de interrumpir la armonía. Todo está pensado para que la luz fluya libre, para que el tiempo no se imponga, sino que seduzca.


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Una oda a la artesanía femenina,


Bajo la dirección de Sandrine Donguy, directora de Producto e Innovación, Vacheron Constantin reafirma su vínculo histórico con la mujer. Desde los relojes engastados del siglo XIX hasta las creaciones Art Déco de los años veinte, la maison siempre ha entendido el deseo femenino como una forma de libertad estética. El Grand Lady Kalla lo demuestra, versátil, transformable, eterno.


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El Grand Lady Kalla no sólo mide las horasmide la evolución del gusto, la historia de una Maison que lleva 270 años fiel a un lema que resume su filosofía:


“Hacerlo mejor, si es posible y siempre es posible.”

En una era donde lo efímero domina, Vacheron Constantin vuelve a recordarnos que el lujo auténtico no es la ostentación, sino la permanencia y que, a veces, basta un destello de rubí o una caricia de perla para que el tiempo —por un instante— se detenga.



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