Slim d’Hermès Quantième Perpétuel
- Redactor
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La elegancia y el tamaño perfecto de medir el tiempo

En un universo donde la alta relojería compite por sorprender con proezas mecánicas cada vez más complejas, Hermès avanza en discreción, como quien domina el arte del susurro. El Slim d’Hermès Quantième Perpétuel emerge así como una declaración de principios, un himno al tiempo refinado, a la ligereza pensada, a la belleza que no necesita alzar la voz para enamorar con su estilo, detalles, buen gusto y sobre todo una perfecta legibilidad.
Concebido con líneas nítidas y minimalistas, este calendario perpetuo se aloja en una caja de oro rosa de 39,5 mm, tan limpia en su diseño que parece haber sido trazada de un solo gesto. Desde su creación en 2015 por Philippe Delhotal, el Slim d’Hermès ha sido la expresión del “regreso a lo esencial”; hoy, con la integración de la complicación suprema por excelencia, ese credo se eleva a su máxima ambición.

La precisión que desafía los siglos
En el corazón de esta pieza late el movimiento extraplano Hermès H1950, un calibre automático de tan solo 2,6 milímetros de grosor al que se suma un módulo de calendario perpetuo igualmente liviano. El resultado, un prodigio técnico que apenas alcanza 9,06 mm de altura total.
El calendario perpetuo, esa complicación reservada para los virtuosos, ajusta de manera autónoma la fecha, reconoce automáticamente los años Bisiestos y marca cada 29 de febrero sin intervención humana. A esta hazaña mecánica se suma la poética del tiempo viajero, un segundo huso horario (GMT) loco, a las 6, con los números que parece se han descolocado en la esfera de una manera divertida pero que marca muy bien las horas del GMT. Encima un punto azul para indicar la noche del indicador día/noche y a las 3, una ventana de fases lunares que convierte la muñeca en un pequeño planetario personal.

A través del fondo de zafiro, los puentes biselados a mano adornados con la inicial H revelan ese savoir-faire relojero que Hermès cultiva con reverencia. La mecánica se vuelve artesanía; la artesanía, arte.
Una esfera que respira luz
La esfera, nacida en los talleres de Noirmont, es una coreografía visual. El marrón galvánico del centro genera reflejos cálidos que se desplazan con el movimiento de la muñeca. Las cifras creadas por Philippe Apeloig —ligeras, modernas, casi etéreas— marcan el compás del tiempo con un ritmo gráfico inconfundible.

Los cuatro contadores distribuyen con precisión quirúrgica la información: fecha del mes a las 12, meses, a las 9, con indicación de años bisiestos, en el interior, sustituyendo el 4, por una B, que representa bisiesto. GMT elaborado en nácar y la fases lunares, sobre un cielo de aventurina, añadiendo una profundidad que recuerda al firmamento capturado de noche cerrada.

Los acabados arenados, acaracolados y soleillés no solo mejoran la legibilidad, sino que generan una arquitectura visual que rinde culto a la sobriedad contemporánea y a la delicadeza. Un acierto en cada uno de los detalles a la altura de las mejores manufacturas relojeras.
Hermès, donde el tiempo se vuelve objeto
Hermès siempre ha tenido una relación singular con el tiempo, no como una medida sino como una experiencia. Sus relojes no buscan imponer horarios, sino crear instantes privilegiados, espacios donde la imaginación pueda detenerse y respirar.
El Slim d’Hermès Quantième Perpétuel no es únicamente un calendario perpetuo, es un recordatorio de que la precisión extrema y la belleza serena pueden —y deben— convivir en armonía. Es un objeto que se transforma en compañero íntimo, un guardián silencioso del ritmo vital de quien lo porta.

Remata la creación una correa de aligátor en tono marrón habano, un homenaje al dominio de la Maison en marroquinería. La pieza se coloca en la muñeca como un gesto natural, casi ritual.
Un tiempo pensado, un tiempo elegido
En un mercado saturado de complejidad ostentosa, Hermès apuesta por la sobriedad intelectual, por la caligrafía del tiempo bien trazado, por la emoción sin artificios.
El Slim d’Hermès Quantième Perpétuel es, en esencia, una ventana a ese otro tiempo que Hermès reivindica, un tiempo más humano, más íntimo, más consciente. Un tiempo que no se impone, sino que acompaña.
Una pieza que no solo mide los días, sino que hace que cada día sea importante.