F1: The Movie (2025)
- Redactor
- 12 oct
- 5 Min. de lectura
Una película que no solo acelera motores en los circuitos, sino que pone en bandeja de plata varias reflexiones morales, psicológicas y éticas ligadas al estilo de vida, la competitividad y la búsqueda de sentido.

La película, de Apple TV, dirigida por Joseph Kosinski, protagonizada por Brad Pitt como Sonny Hayes, regresa tras 30 años fuera del circuito para salvar APXGP, un equipo que está al borde del colapso. Se mezcla lo ficticio con lo real, se han rodado escenas en circuitos reales, se ha usado gente, maquinaria y tecnología verdadera de F1, con producción muy cuidada.

El film tiene dos fuerzas motrices claras:
Ambición personal/redención: Sonny Hayes vuelve en busca de recuperar no sólo el prestigio, sino algo más interno — orgullo, reconciliación consigo mismo, sentido de propósito.
Competencia extrema + presión institucional: los equipos, patrocinadores, reglas, el público, el costo de no rendir, los riesgos físicos, ... Todos los factores que hacen de la Fórmula 1 un microcosmos de alta exigencia.

Hay algunos valores, filosofía y ética que se desprenden de la película, que me gustaría destacar:
Competitividad vs. integridad
La película exalta la competitividad, el deseo de ganar, de volver al podio, de demostrar que uno aún está vivo en lo que hace. Eso en sí mismo no es malo; más bien es parte de la naturaleza humana, la búsqueda del máximo nivel, pero la historia también muestra que esa competitividad puede chocar con las reglas, la legalidad y con el espíritu mismo del deporte. Hay momentos señalados en reseñas donde se critica que ciertas acciones en pista (maniobras temerarias, ciertas libertades con el reglamento) son usadas como recurso dramático, sin que siempre haya consecuencias realistas dentro de la narración. Por ejemplo, penalizaciones que en el mundo real serían inevitables, pero que en la película se suavizan o ignoran para mantener la tensión o el clímax. Esto abre el dilema:
¿Hasta dónde vale la pena sacrificar fidelidad ética (respeto a las reglas) por una narrativa entretenida?

Legado, identidad y reinvención
Sonny Hayes representa al atleta (o profesional) que ha sido exitoso, sufrió una caída (matemática, física, emocional) y busca reinventarse. Este arquetipo es muy útil para explorar cuestiones como identidad propia, dignidad, la necesidad de adaptarse al cambio, y también la humildad. También aparece el choque generacional, la nueva sangre, los métodos modernos, la tecnología, la gestión, versus la experiencia de lo que “era” la Fórmula 1. Esto permite reflexionar sobre cómo los valores viejos (consistencia, sacrificio, coraje, intuición…) que se confrontan con los nuevos (eficiencia, branding, transparencia, patrocinio, RRSS, expectativa mediática, velocidad de adaptación).

Ética en el mundo del deporte de élite
El tema de legalidad, reglamentaciones deportivas, sanciones, consecuencias de los actos de riesgo. En la vida real, la F1 tiene reglas muy estrictas, procedimientos judiciales deportivos, consecuencias ante irresponsabilidad. En la película, hay críticas de que algunos riesgos o conductas no son sancionados como en la realidad, lo que puede dar una visión distorsionada.
Responsabilidad personal vs. responsabilidad institucional
Equipo, patrocinadores, inversores tienen su parte de presión. Hay decisiones que no son sólo del piloto, debe ser un trabajo de equipo, como son la estrategia, finanzas, marketing, relaciones públicas. Esto obliga a pensar si el éxito individual puede —y debe— separarse del impacto ético del entorno.

Influencia, estilo de vida y valores emergentes
El lujo y espectáculo forman parte del tejido de la película: los circuitos, la atención mediática, los VIP, patrocinadores brillantes, tecnología punta, ese glamur resuena con nuestro tiempo digital, visibilidad, marca personal, influencia, pero también plantea preguntas:
¿Qué costo tiene ese glamour?
¿Cómo afecta el bienestar humano, a la autenticidad?
Mentoría y trabajo en equipo, Hayes no solo corre, sino que asume el rol de mentor al joven Joshua Pearce y de union y apoyo con todo el resto del equipo. Esa relación permite mostrar valores de transmisión de conocimiento, humildad al reconocer lo que uno no sabe, compromiso con el grupo y no sólo con uno mismo.
Redención y valor emocional, el valor de la superación personal, del reencuentro consigo mismo, del perdón y de enfrentarse con los fantasmas del pasado. Es un mensaje que va más allá de ser simplemente competitivo, tiene resonancia en cualquiera de los errores, arrepentimientos, deseos de volver a empezar.

F1, The Movie quiere decirnos que el verdadero “podio” no siempre es el trofeo, sino lo que eres capaz de mantener, lo que estás dispuesto a sacrificar, lo que recuperas en el camino de regreso. Una vida de alto rendimiento —y la F1 es un contexto extremo— implica riesgos, exigencias físicas, morales y psicológicas, y no siempre la gloria limpia de todos esos costes.
El estilo de vida retratado es fascinante, atractivo: velocidad, adrenalina, fama, poder, pero también se muestra frágil por la reputación, integridad, relaciones personales, salud mental. La película sugiere que un piloto —y en extensión un profesional de cualquier disciplina de élite—debe cuidar tanto la máquina externa (el auto, la marca, el tren de ruedas) como la interna (el carácter, la conciencia, los límites, la ética, las relaciones humanas).

Para que la reflexión sea completa, conviene reconocer qué se omite o qué no se hace tan bien:
Superficialidad en algunos personajes secundarios: algunas reseñas señalan que quedan figuras como “villanos” o “obstáculos corporativos” con muy poca profundidad, lo que empobrece el debate moral.
Balance entre espectáculo y realidad: el deseo de crear momentos espectaculares hace que en ocasiones la película sacrifique credibilidad, maniobras que en F1 profesional serían penalizadas, reglamentos ignorados o dramatizados artificialmente. Eso debilita la verosimilitud ética del deporte como institución.
Desigualdad de representación, algunos reclamos apuntan a que el papel de las mujeres (y de personajes no blancos, minoritarios) no siempre logra escapar de estereotipos. En un deporte que está intentando diversificarse e incluir, esto es un punto débil que reduce potencial educativo/social.

Reflexión “corporativa / vital”:
¿Qué podemos aprender nosotros?
Clara definición de valores: tener claro qué reglas morales o éticas no se negocian, incluso si “todos lo hacen” o si la presión externa lo sugiere.
Capacidad de reinventarse: los éxitos pasados no garantizan los futuros. La adaptabilidad, la humildad y el aprendizaje continuo son imprescindibles.
Mentoría consciente: invertir en desarrollo de otros no resta, sino que suma. Ser un líder no es solo llevar al frente sino elevar al equipo, reconocer talento emergente, compartir errores y enseñanzas.
Equilibrio entre rendimiento y humanidad: cuidar la salud mental, las relaciones, la integridad personal. El precio de ignorar esto puede ser muy alto, aunque la gloria momentánea sea grande.
Transparencia y responsabilidad social: en contextos de poder, fama e influencia, tus acciones tienen repercusiones más allá de ti mismo. La película lo subraya indirectamente: cuando una institución (equipo, patrocinador) prioriza solo el branding, la imagen, puede perder la confianza, la ética.
F1: The Movie, nos recuerda que la velocidad no redime, pero la dirección sí, que ganar no siempre significa triunfar, si pierdes quién eres en el proceso. Que el verdadero legado está en lo que elevas alrededor, no solo en lo que dejas atrás grabado en los trofeos.