El viaje de Rickey Hill
- Redactor
- 6 sept
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Actualizado: 8 sept
Un poema de superación y lucha por la vida. Un diamante tallado por la familia, la fe y la perseverancia

El viaje de Rickey Hill surge como un canto solemne a lo extraordinario, la historia real de un muchacho determinado, nacido con una enfermedad degenerativa de la columna, que desafía no solo sus limitaciones físicas sino también la férrea convicción de su padre pastor, para alcanzar —por derecho propio— un lugar bajo los reflectores de las Grandes Ligas de béisbol.

Imaginemos a Rickey, un cuerpo frágil en apariencia, atado por férulas, con la espalda herida, sin embargo, en su corazón arde una sola llama infinita, el deseo de batear, cada golpe al aire es un verso liberado. Su existencia, situada entre la fe, el deber y el sueño, se yergue como monumento al poder de la voluntad.
Desde los primeros compases de su vida, en el Texas rural, la narrativa se construye con pequeños gestos casi litúrgicos, un bate prestado, un hermano que falsifica una firma, un ojeador que admira el potencial natural de Rickey… Todo sumado, compone una sinfonía épica sobre lo imposible. La película no solo cuenta lo que fue, sino lo que podría llegar a ser si nos atrevemos a creer en lo absurdo que es, a veces, soñar despiertos.

Jeff Celentano, con una mirada que honra los clásicos del género —como Rudy o The Blind Side—, teje una fábula visual consciente y devota, sin estridencias, pero con contundencia emocional. El guion, firmado por Angelo Pizzo y Scott Marshall Smith, logra esa alquimia tan difícil, para poner en diálogo la fe, lo humano y lo deportivo, sin que ninguno someta al otro.

La cámara se desliza entre paisajes de Texas y Oklahoma como si quisiera atrapar el polvo espiritual que envuelve cada campo, cada golpe. Kristopher Kimlin, director de fotografía, acierta en los encuadres que respiran tanto como narran. La partitura de Geoff Zanelli acompaña con delicada emotividad, elevando sin empalagar, recordando que el cine más humano no grita, susurra.

Dennis Quaid en el papel de padre y pastor, James Hill, es un hombre que ama con intensidad pero teme con la misma fuerza. Ve en la fragilidad física de Rickey no solo una limitación, sino un riesgo mortal. Su amor se viste de reglas estrictas, de prohibiciones que parecen injustas, pero que nacen del instinto de un padre que prefiere ver a su hijo vivo, siguiendo sus pasos, antes que roto. La relación entre ambos se convierte en un campo de batalla emocional, la fe del padre contra la fe del hijo.

Colin Ford, quien da vida a Rickey, el adolescente, aporta contención y dignidad. Hay quien lo juzga algo plano, pero esa frialdad inicial se va corroyendo por dentro, como el acero templado en fuego.
Scott Glenn regresa como Red Murff, el cazatalentos, un viejo lobo del béisbol que ilumina la historia con su presencia sobria, dura y sabia.
En este viaje también están quienes ven más allá de las muletas y la cojera, un cazatalentos que reconoce talento puro, un vecino que presta un bate, un amigo que abre la puerta a un torneo, personajes que encarnan la importancia de una comunidad que se atreve a apoyar al que nada contra la corriente, apostando su propio dinero para ayudarlo en momentos clave.
Bonnie Bedelia, como la abuela, se alza en pocos minutos de pantalla como torre firme de afecto, refuerza la película con raíces de humanidad y resistencia, representa la voz que le susurra a Rickey que sí puede, que el don que lleva en los brazos y en la mirada merece ser cultivado. Ella es esa figura que alimenta la llama cuando el viento sopla fuerte y en contra. Con pocas escenas, pero con cada gesto, recuerda que el amor sin condiciones es el mejor fertilizante para cualquier sueño, apoyando a la familia en momentos de crisis para compensar el estrés.

Los hermanos de Rickey aportan algo que ningún entrenador podría dar, apoyo incondicional, camaradería pura. No hay discursos grandilocuentes, solo risas, secretos y pequeños actos de complicidad. Son ellos quienes, a escondidas, lo animan a jugar, quienes entienden que lo que lo mueve no es capricho, sino una pulsión de vida y por supuesto tienen una fe absoluta en el éxito de su hermano.

El amor juvenil en la historia no es solo un ornamento romántico, es combustible emocional. Ella cree en él cuando el mundo parece dudar. Su presencia funciona como recordatorio de que alcanzar un sueño es más fácil cuando hay alguien que mira en la misma dirección que tú.

La magia de esta película reside en su capacidad para resonar. “The Hill” llegó a ser número 1 en Netflix en Estados Unidos y fue coronada como Mejor Película Familiar en los Family Film and TV Awards, superando incluso a grandes éxitos como Barbie o Indiana Jones y el dial del destino. No es solo la historia de Rickey, es la narración del niño que sabe que, si Dios le dio una oportunidad, lucharía con corazón, uñas y dientes, sin rendirse jamás para conseguirla.

En foros como Reddit, muchos espectadores coinciden:
“Es buena… algo lenta pero muy bonita, sí la recomiendo”
“Llore con la película, comencé a estudiar ingeniería gracias a ella”
No es la historia perfecta, tampoco la más arriesgada, pero en esa aparente sobriedad yace su fuerza, la verdad que late en cada mirada, en cada palpitar de esperanza.
Una historia real, cuyo protagonista participa en la película como ayudante del cazatalentos y donde vuelve a vivir todos sus logros y esfuerzos de una vida de baches que termina en su paraíso personal.

Esta película se convierte entonces en ese puente breve y quebrado entre lo común y lo extraordinario, una sinfonía de polvo, sudor y fe, donde un golpe de bate se convierte en un verso, un obstáculo un escalón hacia el futuro.
“El viaje de Rickey Hill” —o “The Hill”— nos recuerda que lo extraordinario no siempre nace del estrépito, sino del silencio sostenido, del latido inmóvil que se niega a ceder y en esta negación, en ese persistente afirmarse contra viento y marea, se cuela la poesía más pura, la vida. Está es, sin duda, la cinematografía más humana que podemos desear, una historia de vida y superación que termina cumpliendo su sueño de infancia.
Puedes disfrutar de la película en la plataforma de Netflix.