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Cocinas Palacio Real

  • EC
  • hace 5 días
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: hace 18 horas

Entre cazuelas de cobre y banquetes regios, hemos descubierto una visita a las cocinas del Palacio Real de Madrid


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Madrid esconde en su corazón un tesoro que, aunque menos conocido que la suntuosa armería o el Salón del Trono, ofrece al visitante una de las experiencias más singulares, adentrarse en las cocinas históricas del Palacio Real. Un espacio donde aún resuenan, en silencio, los ecos de festines regios y el ir y venir de criados, cocineros y reposteros al servicio de reyes y embajadores.



La historia al calor de los fogones
La historia al calor de los fogones

El Palacio Real, levantado en el siglo XVIII tras el incendio del antiguo Alcázar, fue concebido como una residencia majestuosa para los Borbones. Sus salones sirvieron de escenario a recepciones y banquetes diplomáticos de primer orden, pero lo que ocurría bajo ellos —en las cocinas situadas en la planta baja— era igual de trascendental, allí se decidía no solo el menú de los monarcas, sino también la puesta en escena de un poder que se servía, literalmente, en bandeja de plata.



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El recorrido de hoy



La visita comienza entre paredes de piedra y pasillos que huelen a historia, al entrar, lo primero que sorprende es la escala, enormes chimeneas negras de hollín, hornos de leña que podrían asar un ciervo entero, mesas de mármol dispuestas para trabajar a destajo,

sobre repisas y vitrinas descansan utensilios originales, como calderos de cobre que parecen esculturas, moldes de repostería de intrincadas formas, cuchillos afilados como bisturís. El guía recuerda que, en su época dorada, más de un centenar de personas trabajaban aquí, coordinadas como un ejército silencioso.



Un lenguaje de poder
Un lenguaje de poder

Cada banquete en palacio era una declaración política, los menús reflejaban alianzas, los productos hablaban de la riqueza del imperio y la sofisticación de la corte. Influencias francesas, italianas y españolas se mezclaban en recetas pensadas para impresionar tanto al paladar como a la diplomacia.

Entre los objetos más llamativos se conservan vajillas de porcelana y fuentes de plata que viajaban desde estas cocinas hasta los salones de gala, transformando los ingredientes en símbolos de poder.



Una experiencia inmersiva
Una experiencia inmersiva

Hoy, el visitante no encuentra ruido de ollas ni aromas de guisos, pero sí un ambiente cargado de memoria. Pasear entre cazuelas centenarias invita a imaginar el bullicio, los gritos de los pinches, el vapor empañando los ventanales. Es un viaje en el tiempo que revela la cara menos visible de la monarquía, la de quienes, desde las sombras de los fogones, sostenían con su trabajo la grandeza de la corte. La guía explica que en las cuatro plantas del palacio vivían: los reyes en la primera, la aristocracia más cercana en la segunda, los ministros en la tercera y algunas personas del servicio en la cuarta. Se hacía un variado y gran menú a diario, que se iba ofreciendo por el mismo orden mencionado, no sobraba nada.

En la actualidad cualquier evento se hace con empresas subcontratadas de catering, lo que permite dejar esta visión museo de las cocinas de palacio.



Donde la historia se sirve en silencio



Salir de las cocinas del Palacio Real deja una sensación inesperada, la de haber visitado no solo un espacio arquitectónico, sino un corazón palpitante de historia cotidiana. Allí donde el cobre bruñido aún brilla, y donde el eco de los banquetes regios sigue recordando que el poder monárquico también se cocinaba a fuego lento.




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