El Cónclave
- Redactor
- 28 jun
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 29 jun
Reflexión sobre los valores y la moral humana.

La última película Cónclave, dirigida por Edward Berger (famoso por Sin novedad en el frente), adapta la novela de Robert Harris y se adentra en el corazón del Vaticano tras la muerte del Papa. Un thriller psicológico claustrofóbico, elegante y cargado de tensiones donde la solemnidad arquitectónica convive con el drama moral más crudo del ser humano.

🕵️ Trama y ritmo narrativo
El argumento arranca con la muerte repentina del pontífice. En ese entorno ancestral, el cardenal Thomas Lawrence (Ralph Fiennes) encarna al decano del cónclave: un hombre honorable atrapado en una crisis de fe mientras dirige la elección del nuevo Papa. A través de conversaciones susurradas, confesiones perturbadoras y votaciones envueltas en humo negro, cada escena tiene la cadencia de un tablero de ajedrez humano: alianzas, traiciones, deseos personales disfrazados de místicos. Se respira intriga hasta el último segundo.

🎭 Interpretaciones: un reparto de élite.
Ralph Fiennes ofrece una interpretación magistral, su cardenal Lawrence es a la vez faro y penitente, un líder fracturado por la fe y la responsabilidad. A su lado, Stanley Tucci encarna al progresista cardenal Bellini y Sergio Castellitto al conservador Tedesco, representando con convicción ambas corrientes. John Lithgow, Isabella Rossellini, en su papel de la hermana Agnes, aporta solemnidad y presencia silenciosa. Y no hay que subestimar a Carlos Diehz, sorprende como el cardenal Benítez, figura que desencadena un giro final tan poético como polémico.

🌱 Un mensaje provocador sobre la Iglesia.
Cónclave es, ante todo, un espejo estético y narrativo. La película confronta tradición y cambio, conservadurismo vs. apertura, dogma vs. relativismo moral. Conforme avanza, deja claro que la institución necesita duda para renovarse: “La certeza es el gran enemigo de la unidad, … que Dios conceda un Papa que dude”.

El final, impactante y divisivo revela un Papa intersexual, figura radical que abre la Iglesia a discursos de inclusión y diversidad. Se trata de un provocador acto de vanguardia narrativa, una bocanada de aire y luz dentro de las piedras milenarias del Vaticano. Un mensaje: la institución puede y debe reinventarse, abrazando identidades emergentes sin claudicar en su espiritualidad.

🧭 Reflexión crítica
En el corazón de la película se encuentra una idea audaz: la duda no es el enemigo de la fe, sino su acompañante necesario. Este concepto, que podría parecer herético en una primera lectura, resuena profundamente con los escritos de teólogos como San Agustín o el Papa Francisco, quienes han sostenido que una fe robusta no es aquella que evita las preguntas, sino la que las enfrenta con valentía. La película invita a considerar que, tanto para la Iglesia como para cada individuo, la búsqueda de respuestas es un camino de evolución hacia una relación más auténtica con Dios.

La moral humana y la inclusión es uno de los mensajes más potentes de la obra, es la apertura hacia la diversidad. Sin emitir juicio sobre la verosimilitud del desenlace, la representación de un Papa que desafía los estándares tradicionales subraya una verdad profunda: todos somos portadores de la imagen divina, independientemente de nuestra identidad o circunstancias.
¿Si estuvieras en la identidad del que criticas, pensarías igual?
Desde una perspectiva cristiana, esto recuerda las enseñanzas de Cristo sobre el amor incondicional y la acogida de los marginados. En una sociedad que lucha por comprender la pluralidad, la Iglesia puede erigirse como un faro de aceptación y compasión.

En el microcosmos del Vaticano, El Cónclave expone los dilemas del poder, la ambición y la espiritualidad. Estos temas no son nuevos en la tradición cristiana; desde las cartas de San Pablo hasta las encíclicas modernas, se ha debatido sobre cómo la autoridad debe ejercerse con humildad y servicio.
Para los creyentes, la película es un recordatorio de que el verdadero liderazgo espiritual no reside en los títulos ni en los privilegios, sino en el sacrificio por los demás y la búsqueda del bien común.

Aprendizajes para la vida cotidiana, más allá de su entorno eclesiástico, El Cónclave es una metáfora de nuestras propias decisiones morales. Cada día nos enfrentamos a dilemas que requieren sabiduría, empatía y coraje. Al igual que los cardenales en la película, estamos llamados a actuar desde nuestros valores más profundos, aun cuando nuestras acciones desafíen expectativas externas.

Una lección de fe y humanidad, desde una perspectiva abierta, El Cónclave no debe interpretarse como una crítica a la Iglesia, sino como una invitación a abrazar su misión más esencial, ser testimonio del amor divino en el mundo. La película nos anima a ser valientes en la fe, compasivos en el juicio y audaces en la inclusión.
Si algo debemos aprender de esta historia, es que la Iglesia y cada uno de nosotros, está llamado a reflejar lo mejor de la moral humana: el amor, la justicia y la esperanza. Solo así, se puede evolucionar en un mundo necesitado, cada día más, de redención.

Cónclave es un thriller elegante que usa la liturgia Vaticana como escenario para una epopeya humana: fe, ambición, identidad y transformación. Ralph Fiennes lidera un elenco brillante que sostiene un guion adaptado merecedor del Oscar y el BAFTA. Su mayor impacto radica en ese giro narrativo que rechaza la estabilidad dogmática y apuesta por una Iglesia moderna, diversa y reflexiva.

Sin duda, un filme que combina el estilo corporativo del suspense con un espíritu lírico. Su fuerza visual, los espacios del Vaticano, la capilla, la iluminación y su apuesta por la renovación moral no dejan indiferente.
Si estás dispuesto a admirar un cine que te hace reflexionar, esta propuesta es una experiencia cinematográfica poderosa.
Actualmente es estreno de Movistar plus, pero también la puedes alquilar en cualquiera de las plataformas que tengas.
¿Crees que la Iglesia necesita este tipo de apertura, o te parece un giro demasiado arriesgado?
