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BREGUET, el tiempo como obra de arte

  • Redactor
  • hace 2 días
  • 4 Min. de lectura
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250 años de precisión, belleza y audacia relojera

Hay nombres que el tiempo pronuncia con reverencia, Breguet no es sólo uno de ellos, es un arquitecto, artesano y poeta del tiempo.


En cada una de sus creaciones late la historia de la relojería moderna, el pulso de una inteligencia que desafió siglos y la estética de un hombre que supo transformar los engranajes en arte.


Hoy, en el marco de su 250 aniversario, la Manufactura Breguet nos invita a una doble celebración de la elegancia y la precisión, el Classique 7235 y el Classique 7225, dos relojes que, como espejos enfrentados, reflejan pasado y futuro en una danza de equilibrio neoclásico y tecnología visionaria.



Classique 7225, La elegancia como herencia viva
Classique 7225, La elegancia como herencia viva

El Classique 7235 no es una creación más; es una carta de amor a los fundamentos del estilo Breguet. Inspirado en el reloj N°5 de 1794, este modelo limitado a 250 piezas condensa dos siglos y medio de refinamiento estético y coherencia técnica.


Cuando Abraham-Louis Breguet llegó a París en 1775, los relojes eran un derroche barroco de ornamentos. Él los desnudó, les devolvió la claridad, la proporción, la legibilidad. Creó un nuevo lenguaje visual —el estilo Breguet— que aún hoy define lo que entendemos por elegancia.

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El 7235 recupera esa pureza. Su esfera, elaborada en oro Breguet de 18 quilates, presenta un guilloché grabado a mano con el motivo Quai de l’Horloge, la dirección histórica donde el maestro fundó su leyenda. Entre sus complicaciones —reserva de marcha a las 10:30, fase lunar a las 2 y pequeño segundero a las 5— se despliega un juego de simetrías y asimetrías que sólo Breguet sabe armonizar.


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Su movimiento, el calibre 502.3.DRL, es un prodigio de miniaturización automático, con espiral de silicio y apenas 3,95 mm de grosor. Una proeza que mantiene viva la idea original del reloj perpetuo de 1794, el primer antepasado del reloj automático moderno.


Por primera vez, el centro de su caja muestra un guilloché horizontal —y no vertical—, mientras que el fondo de zafiro revela una vista aérea grabada a mano del legendario plano de Turgot de París, un homenaje a la ciudad, al tiempo y al hombre que los unió.


El resultado es un reloj que parece respirar al ritmo de la historia, ligero como el pensamiento, profundo como el tiempo.




Classique 7225, la ciencia del movimiento perpetuo.


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Si el 7235 honra la estética de Breguet, el Classique 7225 celebra su genio técnico. Es el sucesor espiritual del reloj N°1176 —uno de los primeros con tourbillon— y representa la culminación de la obsesión de Breguet, por la precisión absoluta, equipado con un escape de alta frecuencia (10 Hz) y un volante pivotante magnético, el 7225 convierte al antiguo enemigo del relojero —el magnetismo— en su más fiel aliado. Dos microimanes sostienen el eje del volante, anulando la fricción y garantizando una estabilidad de amplitud inédita. Una idea tan audaz que parece más propia del siglo XXII que de una casa nacida en 1775.


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A través de su fondo de zafiro, la magia se vuelve visible, la rueda del escape se transforma en un fenaquistiscopio, una animación que alterna las fechas 1775 y 2025 veinte veces por segundo. El tiempo, literalmente, se anima.


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La esfera del 7225 evoca la del N°1176, con dos pequeños segunderos —a las 2 y a las 10—, una reserva de marcha en abanico y un corazón que late con una precisión certificada de ±1 segundo por día. Es el tipo de perfección que habría emocionado al propio Abraham-Louis Breguet.


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El Sello Breguet:


Ética, arte y exactitud, este aniversario no es sólo conmemorativo, es fundacional. Breguet introduce su nuevo Sello de Excelencia, una certificación que trasciende la técnica y se adentra en lo moral. Se basa en tres pilares, calidad, rendimiento y ética. Cada reloj que porta este sello no solo garantiza acabados a mano según estándares internos más estrictos que cualquier norma suiza, sino que asegura la trazabilidad, la sostenibilidad y el respeto por el legado artesanal.


El tiempo, para Breguet, no es solo una medida, es una responsabilidad.


El arte de desafiar lo evidente, en un mundo donde la relojería tiende al exceso, Breguet sigue fiel a su ideal, la belleza de la simplicidad inteligente. Cada tornillo, cada número romano, cada curva azulada de sus agujas es una declaración de principios.


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El Classique 7235 y el Classique 7225 no buscan impresionar, buscan emocionar. Son recordatorios de que el verdadero lujo no es la ostentación, sino la coherencia entre la forma y la función, entre el arte y la ciencia, entre el hombre y su tiempo.



Breguet, o el alma del tiempo



Abraham-Louis Breguet solía decir que el reloj perfecto no debía llamar la atención, sino invitar al silencio. En esa quietud, el tiempo deja de ser una amenaza y se convierte en compañía.



Hoy, dos siglos y medio después, esa filosofía sigue latiendo, en cada Classique, en cada tornillo, en cada guilloché, la Manufactura Breguet nos recuerda que el verdadero lujo no se mide en minutos, sino en legado y ese legado, como el tiempo mismo, es eterno.

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