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Olga Sinclair, referente innegable de la pintura abstracta, en todo el mundo.  Pintora panameña cosmopolita, cercana y con gran fuerza de color y alegría en su obra. 

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OLGA SINCLAIR Olguita

Cuando me presentaron a Olga Sinclair, rápidamente comenzamos a charlar sobre la vida, sus viajes, su familia, sobre lo que importa al fin al cabo. Olga es una referencia innegable en el mundo artístico. Es baluarte de la pintura abstracta. Ella sigue los pasos de su padre, es alumna y es maestra. Esta pintora panameña puede presumir de haber expuesto su obra en lugares tan emblemáticos como la Organización de Estados Americanos, en Washington DC, el Museo de Arte Contemporáneo de Panamá, el Studio d' Arte Stefanini en Florencia, o la Sede de las Naciones Unidas en Ginebra. Olguita como le gusta reconocerse y que la llamen sus seres más queridos y amistades, es la fiel heredera de la disciplina y el talento de su padre, Alfredo Sinclair, creador del Expresionismo Abstracto en Panamá, además de ser pionero en la formación artística de Bellas Artes en la universidad de su país. 

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Repasando la vida de Olguita, perdiéndonos en el tiempo de sus juegos, de su niñez que transcurre en el ámbito familiar, en una Panamá que despertaba cada mañana bañada en la bruma del Pacifico, esperando que el talento de Olga Sinclair se elevase como las gaviotas surcando mares de indescriptible belleza. Nos asomamos pues a los días de blanca paz y armonía del hogar para descubrir la fuente de inspiración de una niña que más tarde se convertirá en la gran artista que conocemos. La grandeza de su espíritu artístico, es el legado más rico que recibe de su padre. De su madre el legado esta más "aterrizado" y de ella aprende a diversificar sus saberes, por si acaso… aprende a ser una mujer universal, con alma viajera y curiosa de niña despierta al amor de las cosas que la rodean.

Entre sonrisa y enorme dulzura, Olga nos relata cómo transcurre su época feliz repleta de juegos, siendo su preferido, entrar de tapadillo en el taller de su padre, con su séquito de muñecas dispuestas como público de excepción para ilustrar y admirar en silencio y con los ojos muy abiertos, contemplando el trabajo de aquella figura, rey de sus sueños que le enseñó la magia que escondían sus trazos, aterrizados en el lienzo para transformarse en formas de infinita visión, de arte y maravilla. El trabajo de Alfredo Sinclair, supone para su hija Olga el pilar fundamental de inspiración en su carrera que empieza a los 5 años,

como discípula espontánea en aquellos espacios íntimos de incalculable valor para ella. Olga aprende a pintar siguiendo los trazos de su padre, que se traducen de formas inocentes a rasgos de artista consagrada en este legado que aún hoy pervive.

El mejor recuerdo de su niñez, mejor dicho, los dos mejores recuerdos de su niñez, están unidos en uno solo, que es el amor, el amor a su familia y el amor a la obra de su padre. Tiene grabadas en su memoria, las tertulias que organizaba su padre en la casa a la que acudían con entusiasmo, otros pintores, escultores, escritores, y artistas en general, que debatían sobre el futuro del arte en Panamá y atravesaban en sus conversaciones las grandes interrogantes del futuro y destino del país. Olguita escuchaba palabra tras palabra, sin perder ni un solo pensamiento, embelesada, por los más ilustres artistas que desfilaban por los salones de su casa, formando parte de aquel elenco de saberes que absorbía con la elasticidad de una mente joven.

El idilio terminaba con el gesto demoledor de su madre, que le recordaba que, a su edad, también era importante preservar las horas de sueño, y obediente, nuestra Olguita se iba a la cama con la cabeza repleta de fantasías con las que sembrar sus sueños. 

EL MEJOR RECUERDO DE SU NIÑEZ ES EL AMOR, EL AMOR A SU FAMILIA Y A LA OBRA DE SU PADRE

Me dice Olga, en otro de sus relatos de vida y trayectoria como artista, que su decisión de dedicarse a la pintura es muy temprana. Me habló de su educación infantil y lo importante que es la figura de un buen maestro, aunque en su caso fue a la inversa. Olga reproduce con tristeza uno de los primeros trabajos gráficos que tuvo que realizar en el colegio, consistía en dibujar un semáforo. ¿Qué era eso?, pensó y a pesar de que no sabía su significado en su mente afloraron infinidad de ideas que se empezaron a desplegar en aquel folio en blanco, sin forma ni contenido. Rápidamente, se sucedieron las líneas rectas, combinándose con los círculos que calcaba de unas monedas fortuitas encontradas en su bolsillo del uniforme. Tras ese arrebato creativo que le transportó por instantes al centro de su propia conciencia de artista niña, aquella macula yerma y desierta, dio paso a una composición abstracta que ella admiraba con ilusión y que distaba mucho de los tradicionales rojos, amarillos y verdes que, desde el mobiliario urbano, despejan las incógnitas de la movilidad.  Se dice que la originalidad nunca es profeta en su tierra y que se escribe con palabras amargas de incomprensión y soledad. Cuando nuestra autora esperaba nerviosa, en la fila con sus compañeros, quiso saber por curiosidad natural, qué habían dibujado el resto de la clase, cómo habían abordado el reto impuesto por la profesora y sin más, se dispuso a preguntar a algunos de esos compañeros por sus trabajos. En seguida se dio cuenta de las diferencias entre su creación y la del resto. Tal vez descubrió de una forma brusca tal y como lo recuerda, que es un  semáforo hasta entonces desconocido para ella.  A pesar de su extrañeza, de su sorpresa e inquietud, Olguita permaneció callada en aquella fila miliciana, hasta que fue su turno de entregar su dibujo a la maestra, y cuál fue su sorpresa cuando la maestra enfadada, en un gesto de reproche,  ridiculizó la obra de la indiscutible figura central del abstractismo Panameño actual, calificando su "visión" del dichoso semáforo, con un cero como una casa. 

Pero no contenta con esta nota, la maestra  le pidió a toda la clase en acto de enseñanza ejemplar,  que le mostraran sus dibujos a Olguita para que aprendiese qué es un semáforo y nunca más lo olvidara. Con los ojos llenos de lágrimas incontrolables y el alma partida entre la decepción y la incapacidad para entender qué había ocurrido, Olga llegó desolada a su casa, en ese momento su refugio más que nunca y aferrada a los brazos de su padre, se deshizo en sollozos por la traición con la que aquella maestra espartana había respondido a su genialidad.  

Más tarde la propia Olga llegará a revolucionar estas siniestras fórmulas de aprendizaje con un toque de genialidad de su propia cosecha. La respuesta de su padre no se hizo esperar; desolado ante el desconsuelo de la pequeña Olga,  le regaló el oído con la más bellas palabras que pudo encontrar, concediéndole a su hija la primera y más valiosa lección de vida. Olga le mostró el dibujo original de aquel "semáforo" tan distinto del resto,  que la maestra había desestimado por no parecerse al de los demás, a lo que su padre respondió: "… es el semáforo más hermoso que he visto, ... Mi amor, siempre sigue tu corazón”.

Y así lo hizo. En los cursos siguientes, Olga recurrió a  su imaginación para realizar los trabajos de Artes Plásticas que se le exigían en el colegio con mucha diferencia del resto de los alumnos:  mientras que  sus compañeros calcaban los trabajos que les pedía la maestra, consiguiendo así sobresalientes, Olga Sinclair, decidió que quería dedicarse al arte de la Pintura, para poder explorar su propia autenticidad y que su inspiración estaría gobernada por su ética personal, que le había descubierto su potencial, que no necesitaba plagiar a nadie, aunque no obtuviera sobresalientes.
 

Había hecho el mejor descubrimiento acerca de sí misma: una sensibilidad diferente al resto de sus compañeros y al resto del mundo.

El proceso formativo comenzó con su padre a los 13 años, con un regalo muy especial, un libro del pintor italiano Giorgio Morandi, el maestro de los bodegones. Junto al libro, su padre y maestro le dio su primer consejo técnico:…. “Si dominas el bodegón dominarás la gran pintura”. Después de este arranque no pararía y a los 14 años, realiza su primera exposición colectiva,  junto a artistas consagrados del panorama panameño, certamen que su padre había logrado ganar dos años atrás. Se presentaron 380 pinturas entre las que seleccionaron sesenta para realizar la exposición,  una de ellas era el paisaje que Olguita Sinclair había pintado y que por fin veía expuesto. El día de la inauguración corrió  desde el colegio hasta la exposición, con su uniforme, sin tiempo para cambiarse. Su sensación de felicidad al ver su obra, allí, entre tantas otras dignas de admiración, reafirmó su vocación y supuso un punto de inflexión en el cual comenzó a madurar la importancia de su formación. Su primer paso, tras la sabiduría técnica de su padre y la sensatez de su madre, fue que comenzara su formación en el extranjero, para conocer otras costumbres y enriquecerse también personalmente. El lugar elegido fue Madrid, un Madrid que empezaba a despertar a la transición democrática. En este paisaje de cambios y sucesos históricos muy intensos, surge para nuestra artista  joven y entusiasta, el nuevo reto de enfrentarse a la representación pictórica del  cuerpo humano desnudo.   Diez modelos masculinos, en diferentes posturas, mostraban su anatomía, ante un grupo de alumnos armados con sus pinceles y protegidos con lienzos sobre caballetes, como improvisados jinetes para dar inicio a su batalla personal, consistente en  interpretar aquello que veían.  
 

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DIEZ MODELOS, DIFERENTES POSTURAS, JUNTO A UN GRUPO DE ALUMNOS ARMADOS CON SUS PINCELES PARA DAR INICIO A SU
BATALLA PERSONAL DE INTERPRETAR AQUELLO QUE VEÍAN

 

Tras terminar su formación en Madrid, regresó a su Panamá natal y  comenzó una nueva etapa. La visión práctica que su madre siempre tuvo de la vida,  le sirvió de escuela para tomar decisiones muy importantes en su beneficio, como la determinación de complementar su formación con algún título universitario, por aquello de que la pintura no fuese al final el camino definitivo. Así que se preparó en dos disciplinas muy útiles para el resto de su vida: Diseño De Interiores y Magisterio. Dos saberes que le han servido a lo largo de su vida. El diseño de interiores ha sido fundamental a la hora de elegir la colocación de sus exposiciones, las luces, la distribución del espacio para lograr que sea acogedor y a la vez de un gusto exquisito. En el caso de magisterio, su aprendizaje le ha aportado, a lo largo de muchos años, el poder vincular la educación de los niños con el arte, la pintura y la música, que más tarde ha materializado a través del trabajo de su Fundación, dedicada a la enseñanza de las artes pictóricas para la infancia, con metodologías basadas en la combinación del arte con la música y otras disciplinas humanísticas que potencien las capacidades innatas de estas pequeñas y pequeños futuros genios.
 

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LA VISIÓN PRÁCTICA QUE SU MADRE TENÍA DE LA VIDA LE SIRVIÓ DE ESCUELA PARA TOMAR DECISONES MUY IMPORTANTES EN SU PROPIA VIDA
 

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En nuestra distendida y cercana charla, cuando le pregunto por su familia, se le humedecen los ojos y me responde:… “Me emociono porque mis hijas son mis dos únicas obras de arte”. Olga me explica que su maternidad no está exenta de lucha y de penalidades con embarazos dolorosamente frustrados. Pero su inquebrantable fe en Dios,  su determinación y su voluntad de ser madre, dieron los frutos deseados y finalmente hoy en día puede hablar con orgullo de sus "dos milagros" como ella denomina a sus hijas Natasha y Susanna, que nacen en el sudeste asiático, en  Indonesia, provenientes de una cultura diferente, con un idioma diferente, lo que supone la oportunidad de aprender a ser madre, a entender,  a expresar todo su amor  en otra lengua y provocar en sus hijas el conocimiento de cuatro idiomas, indonesio, inglés, holandés y español, que son la manera que Olga tiene de conectar a Natasha y Susanna con las maravillas de la vida y el mundo. Me explicaba que su pediatra le comentó en una ocasión que un niño puede aprender hasta ocho idiomas distintos  y en la familia de Olga, se aplicaron esta metodología políglota, de manejar al mismo tiempo varias lenguas de modo que siempre que el padre hablara en idioma nativo holandés, la madre el suyo, español, los empleados de servicio el indonesio y en el colegio el inglés, con ello se consiguió que la inmersión fuera total,  siendo como resultado un aprendizaje más fácil para las niñas, que además adquirieron un acento perfecto en cada una de las lenguas.  
 

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Según su pediatra, un niño puede aprender hasta ocho idiomas distintos simultáneamente. Olga aplicó esta metodología políglota en su familia, el padre holandés, la madre español, el servicio indonesio, e inglés en el colegio.

Estas originales metodologías educativas, han llevado a Sinclair a figurar en el libro Guinness de los récords, en 2014, por conseguir en una Masterclass de pintura al aire libre reunir a 5084 niños y niñas de Panamá, dentro de un recinto acotado. La anécdota es que fuera de este recinto asistieron el doble de alumnos que no fueron contabilizados pero que igualmente estaban entusiasmados con la idea, aunque permanecieron fuera del cordón de seguridad, aun así  recibirían su clase igualmente, gracias a la versatilidad de Olga y a su dedicación a la enseñanza que la ha convertido en una mujer de infinitos recursos. Suponía todo un reto porque también se celebraba el centenario de la construcción del Canal De Panamá y en lo personal,  el cumpleaños de su padre y maestro. Una gran celebración para dos hitos importantes en la historia. 
Olga ha conseguido despertar la creatividad en las futuras generaciones de artistas a través de su pintura y de la música que ha incorporado en cada una de sus actividades y que sirve de inspiración en la creación de cada una de sus obras.

Tras toda esta andadura y de regreso en Panamá,  un día de tantos otros, a Olga se le acerca una madre del colegio de sus hijas y le pregunta si enseñaría en su estudio a pintar a las hijas de ésta, a lo que nuestra improvisada maestra responde que un estudio no es el mejor lugar para enseñar a niños por que hay productos poco saludables para ellos.  Olga le propone realizar una Masterclass al aire libre una vez al año, y la madre entusiasmada, le anima a hacerlo. 
Cuatro meses después esta Masterclass tiene lugar, en un parque al aire libre,  con quinientos niños como alumnado. En esa ocasión  salió a relucir su vocación docente fruto de la formación en Magisterio que Olga había realizado en los años de estudiante universitaria.  A través de sus acciones formativas, descubre algo preocupante para ella y es la falta de imaginación, y creatividad en los niños y niñas a los que enseñaba. Todos los dibujos eran iguales. Este fue el inicio de lo que hoy conocemos como la fundación Olga Sinclair, un proyecto sin ánimo de lucro cuyo objetivo principal es fomentar  el espíritu creativo y la sensibilidad por las artes en los más pequeños, con técnicas innovadoras, como se ha referido anteriormente.  

Su preocupación por las jóvenes generaciones, le llevo a crear la Fundación Olga Sinclair, cuyo objetivo principal es fomentar el espíritu creativo y la sensibilidad en los más pequeños

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Olga ha conseguido ser un referente vivo de la Pintura Abstracta en Panamá, y un icono que pasará a la  historia del arte, por su amor a la cultura, su empatía con la humanidad y su preocupación por despertar la creatividad en las futuras generaciones de artistas.

GRACIAS OLGA

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